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CINECOMENTARIO FILMANÍA
ROMA: SIEMPRE ESTAMOS SOLAS
Por Héctor Becerra Delgado
1970, colonia Roma, Ciudad de México. Cleodegaria (Yalitza Aparicio) es una sirvienta de raíces mixtecas. Trabaja para la familia formada por Sofía (Marina de Tavira) y Antonio (Fernando Grediaga), un médico que pasa poco tiempo en casa. Apoyada por Adela (Nancy García), otra mucama, la familia vive en aparente tranquilidad. Los cuatro hijos pequeños y la abuela materna Teresa (Verónica García) ignoran que entre papá y mamá hay distanciamiento. Cuando el doctor se va, Sofía les miente y dice que Antonio está en Canadá tomando cursos. Cleo descubre que está embarazada y su novio Fermín (Jorge Antonio Guerrero) desaparece en cuanto ella se lo informa.
ATRAPADOS EN EL ESPACIO
Con “Roma” (2018) el cineasta mexicano Alfonso Cuarón hace que lo complejo parezca fácil. El filme, escrito, dirigido, fotografiado, coproducido y coeditado por Cuarón, parece un sencillo drama familiar, pero está conformado por múltiples capas llenas de significados profundos. ¿Por dónde comenzar? Quizá por el guion, que nos lleva de la mano por una serie de viñetas donde cada imagen dice más que los escasos diálogos. Así, vemos a las dos sirvientas atender a los adultos y niños de casa, seguir las indicaciones de la señora Sofía y limpiar los excrementos del “Borras”, el perro que ensucia la cochera de manera constante. Poco a poco, Cuarón nos informa más de lo que creemos.
NO TENGO DINERO
Filmada en blanco y negro, “Roma” despliega su riqueza temática de manera discreta. Llama la atención el enfoque femenino de la historia, la cual parte de las experiencias que enfrentan la señora Sofía y su sirvienta Cleo. A pesar de vivir en situaciones opuestas en términos económicos y de clase, ambas deben lidiar con el abandono de los hombres en su vida. Las dos harán un esfuerzo para sacudir sus expectativas al lado de sus respectivos varones y salir adelante con sus propios recursos emocionales y materiales. Sin diálogos melodramáticos, Sofía, alcoholizada, le dice a Cleo: “No importa lo que te digan, siempre estamos solas”. “Roma” ofrece más para analizar.
NOSTALGIA
Alfonso Cuarón presenta en “Roma” un microuniverso muy específico en tiempo y lugar, a partir del cual aborda temas como el clasismo y el machismo. Sin revelarles mayores detalles, la película mantiene un tono melancólico mientras entreteje subtramas que tarde o temprano harán explosión y nos llevarán a momentos difíciles de presenciar. Sonorizada con canciones y anuncios de la época, enmarcada en fieles recreaciones de la capital mexicana en 1971, conectada con el enfrentamiento entre estudiantes y autoridades conocido como el “Halconazo”, Cuarón remueve nuestras vísceras y apela a nuestra sensibilidad para comprender que el México de aquel entonces es el México de hoy.
MIRADA AGUDA
“Roma” evita los clichés usuales de muchas cintas dramáticas, se abstiene de romantizar la figura de la servidumbre y evita los momentos de telenovela. Cuarón define a sus personajes a través de su acertada dirección de fotografía, la cual detalla la obsesión del doctor por su auto Ford Galaxy o la atracción que transmiten los ojos de Cleo mientras admira a Fermín desnudo luciendo sus mejores movimientos de artes marciales. La columna vertebral de “Roma” es la actuación natural de Yalitza Aparicio en el papel de Cleo. “Naturalidad” es el adjetivo que define los logros de “Roma”. Cuarón entiende que la belleza y el virtuosismo de las formas deben estar al servicio del fondo. Excelente.