COLUMPIOS Y SUEÑOS

Cuando yo me columpiaba

Alejándome del suelo,

yo me olvidaba del mundo

y sus casos verdaderos.

Las penas ya no eran penas

pues se las llevaba el viento.

Las alegrías crecían

si yo subía al cielo.

 (Ext. del Poema El columpio de la Encina – Mercedes González Rojo)

En este poema, que me encontré en la redes, hace un tiempo atrás, Mercedes, la autora, con nostalgia habla de las infancias que se van al crecer.

Qué tiempos aquellos, en que subirse a un columpio, hacía que por momentos creyeras que alcanzarías el cielo con los pies, después de un gran impulso… lo traigo a nuestras vidas adultas del presente y la capacidad perdida de soñar cada día.

La imaginación es más importante que el conocimiento, dijo Albert Einstein, y es que esa capacidad innata a todo ser humano, es de vital importancia en el desarrollo de los niños, quienes a través de ella encuentran soluciones, les permite expresar su mundo interior y entender el mundo que les cobija y de ahí suceden otras cosas maravillosas que ayudan al crecimiento de las personas.

Pero esto no es inherente sólo a los más pequeños, un adulto no pierde esa capacidad de imaginar o soñar, entonces ¿en qué momento dejamos de darle importancia a los sueños? Imaginar es el primer paso para CREAR, ahí se gestan los proyectos que le dan sentido a nuestra vida. Imaginar nos permite además darle solución a los problemas que se nos van presentando cada día. Se crea constantemente, pero a veces no se hace consciente.

Hoy reflexiono en cuántas veces al día, a la semana o al mes, nos damos la oportunidad de soñar como cuando nos mecíamos en un columpio. Cuánto bien haría en nuestras vidas subirnos a un columpio, real o imaginario, tomar impulso, sentir el viento y pensar… pensar e imaginar los escenarios en los que nos podemos sentir mejor, regresar, poner los pies en la tierra y dar los pasos que nos lleven e ENCONTRARNOS, con esos sueños que contribuyan a nuestro bienestar.