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LA VEREDA- De vuelta a los interiores
De la vuelta a los interiores
Por Adriana Vargas, periodista cultural
Desde el confinamiento mi vida interior, quizás la de muchas mujeres ha pasado por todo: miedo, ansiedad, cansancio y una dimensión real de lo que podría ser el verdadero “orden mundial”: la vida doméstica.
Las necesidades del confinamiento han pesado mucho más en las mujeres, es cierto. Se nota la ausencia de un equilibrio, porque el cuidado de menores y personas en situación de riesgo, sigue estando en manos de las mujeres. La sobre carga del trabajo doméstico, ha hecho muy difícil la vida en el hogar en este año.
Hay algo que aflora también: es la propia vida interior. Sucede que tal vez, no nos han preparado para que aprendamos a vivir con nosotros mismos, para disfrutar la soledad, el silencio, la calma. O la dura tarea de aceptar y de aprender a vivir con el otro. El más próximo. La otredad ha tenido su particular peso este año. Como lo diría el poeta Octavio Paz “los otros que no son si yo no existo”.
Nuestro sentimiento de protección hacia nosotros mismos y hacia los demás, no ha dado el ancho suficiente en esta pandemia.
Sin embargo, hay algo que se despierta cuando la vida se interioriza. Nuestros sentidos.
Este año he partido y he molido más tomates que en muchos meses de mi vida, he preparado más salsas, he quitado mas restos de café de la cafetera, he sacado más veces la basura, he recogido más restos de vida cotidiana, que en mucho tiempo reunido. Soy más consciente de las texturas, de los sonidos, a veces estruendosos por el caos y a veces los silencios. Por momentos, claro, quisiera salir corriendo.
Pero he aprendido a disfrutar cómo cambia ese rectángulo, que a veces es un romboide, que dibuja la ventana cuando entra el sol de la mañana en el suelo de la estancia. Esa luz que cambia de tonalidad del verano al otoño, una alfombra de calor en la que se acuesta el perro.
He visto dar frutos a la higuera y he recogido sus hojas otoñales. He logrado vencer el cansancio del fulminante verano, para recibir las mañanas y las tardes frescas. Me he dejado envolver por las candentes lunas de octubre.
La vuelta a los interiores parece inevitable, afuera hay tristeza, desempleo, frustración. Una realidad mortal. Ojalá podamos aquietar el alma, poner un mantel y un centro de mesa. Tomar café por la mañana. Y aprender a esperar, no hay espacios entre cuatro paredes silentes y perfectos, pero quizás podamos cambiar su color, quizás podamos entender el significado de la palabra regocijo.