INFANCIA NO ES DESTINO

Liz Kanno
Especialista en salud y bienestar emocional

Los primeros años de nuestra vida, es decir, la infancia, es una de las etapas cruciales donde se estructuran nuestros procesos mentales, es decir, nuestra forma de entender y experimentar el mundo. La neurociencia afirma que las experiencias que tenemos en nuestra niñez, desde nuestra concepción hasta los 7 años de vida, programan a nuestro cerebro para traducir el medio ambiente según los estímulos que hayamos recibido del ambiente que nos recibió en esta primera etapa. Además éstas experiencias están enlazadas con las historias de nuestros padres en su propia infancia, quienes también a su vez fueron programados y condicionados en su forma de ver al mundo según sus vivencias en sus familias.

A veces se cree que estamos condenados a vivir de una sola forma por como fuimos educados y por el medio ambiente que nos fue marcando. Creemos que no hay otra manera de ver el mundo, que así es la vida, así nos toco vivir, así es nuestra familia… con una cierta resignación y desanimo que algo puede cambiar, a veces nos atrapa la desilusión de vivir diferente, de vivir bien, disfrutar el presente y tener un futuro prometedor.

Si bien la neurociencia reconoce este condicionamiento en el cerebro para programarlo a reaccionar según su sistema de supervivencia, también se sabe que el cerebro tiene la capacidad de desarrollar nuevas conexiones neuronales, así como la mente puede desaprender viejos modelos de pensamiento para volver a aprender, en cualquier etapa de la vida.

Cuando dedicamos tiempo a mirar nuestra historia, podemos darnos permiso de cuestionar las creencias aprendidas y abrimos la mente a la posibilidad de pensar diferente, entonces la consciencia nos presenta nuevos escenarios para poder experimentar algo distinto a lo que vivimos de niños, y tal vez rescatando esa inocencia de la infancia, transformemos las huellas del pasado en una vida presente más plena y feliz. Al final nuestro único o destino, el de todos, es morir, y lo que nos queda es transitar ese camino con toda nuestra presencia, sintiendo lo que hay que sentir, porque la vida se siente, aquí y ahora.

SIEMPRE ESTÁ BIEN SENTIR LO QUE SIENTO