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UN PLÁCIDO JUEVES DE DOMINGO

Por Prometeo Murillo

 El pasado jueves 4 de abril, se cumplió el compromiso pactado entre el más importante artista con que cuenta el canto y la música de conciertos, el tenor Plácido Domingo, y el público reunido en la Plaza Mayor de Torreón. La presente crónica busca narrar lo que implicó, desde el punto de vista orquestal, las jornadas de trabajo alrededor de este importante artista global, en torno al cual se reunieron más de treinta mil espectadores, en lo que representó el concierto público masivo más importante de las últimas décadas en Coahuila.

MARTES 

Casi centenario, el Teatro Isauro Martínez es -no le quede duda- el recinto cultura más bello con que cuenta el estado de Coahuila de Zaragoza y el segundo más bello de la provincia mexicana -dicen- luego del Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato. Fundado en 1930 por el empresario Isauro Martínez, éste se distingue como la joya de la corona cultural de norte de México. En él se presentaron, entre los 50 y 60, las mejores compañías musicales y teatrales itinerantes, y fue ahí también que se dieron a conocer los cantantes Luciana Serafini (soprano) y Plácido Domingo (tenor), padres de Plácido Domingo, el niño que cantaba como parte de la compañía Pepita Embil de ópera y zarzuela. El que más tarde sería considerado uno de los mejores tenores del mundo, entonces corría por los pasillos y banquetas del teatro y actuaba y cantaba en los coros y acompañamientos.

La tarde el martes 2 de abril de 2019, el Maestro Plácido Domingo, luego de 57 años que lo llevaron cantando profesionalmente alrededor del mundo, presentándose en cualquier plaza imaginable en que se presenten conciertos, regresó a los pasillos y escenarios del Isauro Martínez.

Lo hizo para cumplir dos objetivos: el primero fue brindar una rueda de prensa para los medios laguneros, quienes lo abrazaron con respeto y preguntas acerca de cómo era el volver a tierras laguneras, esperando quizá arrancarle algún recuerdo lejano a un hombre que lo más que ha hecho es visitar ciudades. Plácido continuó mostrando una increíble humildad, atención, y gratitud con la invitación, alabando siempre al recinto y asombrado con su estado de conservación, funcionamiento y valor arquitectónico y artístico.

El segundo, fue hacer el ensayo general de su concierto “Plácido Domingo le canta a Torreón”, en que, bajo la batuta del director titular de sus conciertos, el legendario Eugene Kohn, cantaría acompañado de la Filarmónica del Desierto, quien ya conocía a la orquesta, pues la dirigió como invitada de la gira de Andrea Bocelli en febrero de este año, en la ciudad de Monterrey y donde entabló poderosos vínculos de amistad y confianza, basados en una empatía musical que sorprendió a propios y extraños. Eugene Kohn es personaje digno sin duda, de contar su semblanza por aparte.

MIÉRCOLES

 La Plaza Mayor de Torreón ardía bajo un calor de 39 grados al mediodía del miércoles 3. Diseñada como un espacio de aglomeración pública, se ha consagrado como una suerte de mini zócalo, en donde la realización de conciertos masivos permite reunir miles de personas al tiempo. Para el caso de Plácido Domingo, se montaron más de 8000 sillas, gradas para cerca de otras mil personas, y áreas despejadas para provocar la dispersión de la gente, hasta alcanzar su máxima capacidad como recinto controlado.

El mega escenario, un grand support de 16 metros de altura y más de 20 metros de ancho y 40 de profundidad, fue levantado desde el lunes, pero fue el miércoles que empezó a tomar su forma final; el más grande que se halla montado antes y que, con las pruebas de sonido, empezó a cimbrar un ambiente festivo. Al aire libre se notaban las señales de que algo muy, pero muy especial, estaba por suceder.

El suceso no dejó de ser el tema local. Todos sabían que el inmortal Plácido Domingo, uno de los tenores más queridos y reconocidos de México estaría en la ciudad. Siempre alguien tiene un recuerdo de él; de su voz, de la primera vez que lo escuchó.

Algunos tuvieron que ir a sacudir de su archivo personal el material que de Plácido conservan: vinilos, libros, discos compactos, reportajes de revistas, fotos y folletos de una de sus presentaciones en otras ciudades.

Alguien guarda un recuerdo. De haberlo conocido quizá, a través de la televisión, quizá por su participación en el proyecto Los Tres Tenores, donde hacia mancuerna con José Carreras y Luciano Pavarotti. O quizá el heroico momento aquel en que salió de debajo de los escombros que dejó el terremoto del 85 en la Ciudad de México; en una implacable muestra de humilde humanidad, en que solo se dedicó a ayudar a quienes lo necesitaban.

El maestro Felipe Garrido, famoso editor y escritor que por años se avecindó en La Laguna comenta conmigo en un chat de WhatsApp:

Felipe Garrido: El enorme Plácido. Fuimos compañeros de grupo en tercero de secundaria.

Prometeo: ¿En serio? ¡Wow! ¿Y cómo lo recuerdas?

Felipe Garrido: Del mismo tamaño que tiene ahora. Le decíamos el Iguanodonte. Era un espléndido compañero.

Prometeo: Jajaja qué bello recuerdo. Es cierto, mide 1.90

Felipe Garrido: Ya los medía entonces.

Felipe Garrido: Suertudos

El cariño natural que Plácido Domingo despierta en la gente lo ha llevado a ser un cantante rompe-marcas, el que rebasa la regla con que se puede medir el éxito de un artista: el más aplaudido de la historia (en 1991, le aplaudieron durante 80 minutos por un Otello, realizado en Viena; el cantante salió al escenario 101 veces para agradecer); el que más ciudades ha visitado, el cantante operístico que más papeles ha interpretado (ha interpretado 139 personajes líricos, más que cualquier otro tenor en la historia); el de la mayor trayectoria artística; el más respetado por los académicos (tiene 12 doctorados honoris causa) y un largo y diverso etcétera- Durante de la rueda de prensa humildemente presume: ésta será su presentación 4 mil.

JUEVES

La noche del jueves Plácido y sus amigos, cantaron y tocaron para un registro un total de 30 mil personas quienes acudieron desde las 16:00 horas hasta llenar la explanada. Gente que venía desde las ciudades capitales cercanas eran detectables entre los turistas del momento: de Durando, de Saltillo, de Monterrey, de Zacatecas; y de la Ciudad de México, acudieron sólo para ver a Plácido Domingo en vivo… y gratis; así, vale la pena los apuros del viaje, de quienes salieron temprano de los trabajos para ir a ganarse una silla. O de quienes compraron para la zona de recaudación de donaciones del DIF Coahuila, para la compra de implantes auditivos para niños coahuilenses.

Pasadas las 19:30 horas inició el histórico concierto, en que Domingo presentó extraordinarias piezas de su repertorio operístico, escoltándose en diversos momentos por las sopranos Eugenia Garza, de Nuevo León, México; Virginia Tola, de Santa Fe, Argentina; ambas sopranos, y talentos surgidos de Operalia; el tenor lagunero Mario Rojas, quien de verdad se llevó la noche.

El paso de la ópera al bloque de zarzuela correspondió al director titular de la OFDC, Natanael Espinoza, quien tomó la batuta para interpretar con su joven orquesta Las bodas de Luis Alonso; en que la Filarmónica tuvo su bautizo de aplausos de parte del exigente público lagunero que esa noche franqueó el primer bloque. Destacó la participación del Coro infantil Voces de Esperanza, a cargo de la Mtra. Cecilia Payán. Como invitado especial, estuvo Plácido Domingo, hijo; quien se integró al elenco de la noche.

Los momentos rebasaron musicalmente cualquier expectativa. Las condiciones se reunieron para la noche perfecta. Una plácida noche de jueves, cálida y fresca a la vez. En que las emociones no dejaron de brotar a cargo de Domingo y compañía. Noche en que el talento artístico de Coahuila estuvo a la altura de las exigencias de calidad que la producción del artista español demanda y que no dejó duda en los presentes sobre el gran trabajo que en la entidad se realiza.

 DOMINGO

Como lo dije en mi anterior entrega; la visita de Plácido Domingo es mucho más que un acto cultural; es un fenómeno que rebasa generaciones, y que une a la gente a través del arte. Equivale en muchos sentidos, a la visita de un líder máximo de una comunidad sin nombre ni territorio, pero que se identifica a si misma cuando se reúnen en torno a la música y el canto.

Buscando metáforas que me alcancen la explicación, pienso en su presencia como una bendición papal, como un pacifismo tibetano, como una reunión olímpica en la que todos seremos medalla de oro. Un momento complejo y sublime, como sencillo y cotidiano: la música se hizo presente, en voz del tenor Plácido Domingo, quien nos ha visitado como parte de una labor antigua que vienen realizando los grandes maestros universales, que es conectarnos con la música y llevarnos al estado ideal del hombre: la alegría.