InCrescendo

REFLEXIONES SOBRE ‘ROMA’​ DE CUARÓN
Prometeo Murillo

Dedicado a Dayán Arguello

Roma: un lenguaje mural

Dentro de los pasillos del Palacio de Gobierno en Saltillo, subiendo al primer piso, se puede apreciar el enorme mural que narra, de extremo a extremo, la historia del glorioso estado de Coahuila de Zaragoza. Su autor, Salvador Almaraz, repasa en más de 200 metros cuadrados héroes, personajes, momentos históricos, documentos, instituciones, historia y cultura.

Realizado por encargo del entonces gobernador Óscar Flores Tapia, su narrativa y lenguaje artístico es propio de la técnica muralista del S. XX y hace una mirada histórica que abarca, luego de la breve visión naturalista, los más de 400 años de historia de la formación de la entidad e identidad coahuilense.

Los visitantes del palacio lo miran con asombro por su enorme formato, pero su lectura pareciera un reto a la comprensión. Observarlo puede generar más preguntas que respuestas. Sentirse ajeno, o parte de él, es un momento de la experiencia estética de observarlo. ¿Es esto lo que somos los coahuilenses?

El mural fue, durante la primera mitad del siglo pasado un recurso no solo arquitectónico o de la plástica, fue también un vehículo político. Si alguna vez existió la “verdad histórica”, seguro estaba plasmada en un mural. Nadie, nada, puede darle permanencia a un personaje como un libro primero, y un mural, después.

Si bien la primera mitad del siglo veinte los mexicanos parecían ser los superdotados de la pintura y las artes plásticas, transgrediéndolo todo, universalizándose a través del trinomio Rivera – Siqueiros – Orozco y sus monumentales obras. La segunda mitad estuvo dominada por escritores como Paz, Fuentes y Rulfo, también poseedores de la capacidad de hacer obras que, en esencia, reconstruían con un lenguaje propio la identidad de “lo mexicano”. Hoy, recién cumplido la mayoría de edad, el siglo veintiuno en el arte mexicano será predominantemente recordado como una época de cineastas más que sobresalientes, geniales ¿Quedará alguna forma genética del lenguaje muralista en ellos?

Alfonso Cuarón y la responsabilidad de correr riesgos en el arte

En la inmediata entrevista que le hicieron a Alfonso Cuarón, luego de alzarse con los dos Golden Globes de las tres nominaciones que tuvo su ya icónica película Roma, un periodista de la prensa internacional le preguntó su opinión respecto a quienes afirman que su éxito “es la muerte del cine independiente” soportado en el hecho de que, un estreno en salas ya no es necesario, pues solo necesitas de una plataforma streaming como Netflix, para que el éxito en salas deje de importar. La pregunta evidentemente es una provocación. Lo que Cuarón contestó es lo siguiente

“Mi pregunta para ti es: ¿Cuántas salas de cine crees que proyectarán una película mexicana en blanco y negro, hablada en español y mixteco, y que es un drama, sin una sola estrella de Hollywood? ¿Cuán grande crees que sería en un estreno convencional en salas de cine?”

La conversación siguió en ese tenor con un espléndido discurso de Cuarón sobre lo importante y trascendente que sería llevar la amarga discusión entre los sistemas streaming y las salas de proyección, para permitir lo que él llamó la diversidad en la producción cinematográfica, y una iluminante visión que seguro es parte de lo que tiene al mexicano tan cotizado en festivales de cine a nivel internacional.

Traigo la anécdota a colación de la pregunta que más escucho estos días. Si realmente es tan trascendente y sin duda, una obra maestra ¿está muy mal que no me guste Roma? ¿por qué es tan fácil decepcionarse de ella, cuando en la crítica es todo un suceso?

No se sienta incómodo. El mismísimo Cuarón nos da la pauta: qué garantías de éxito puede tener una película mexicana filmada en formato de 65 milímetros, hecha en blanco y negro, protagonizada por una persona que jamás estudió actuación profesional y que además día con día asistía al set de grabación ignorando el libreto; careciendo de una sola estrella hollywoodense o del circuito mexicano: sin Salma Hayek ni Diego Luna, o Gael García. Sin el socorrido recurso de usar Vanesa Bauche para figurar como muchacha de barrio. Que además está hablada en español y mixteco, y su contenido no pasa de explicar un drama netamente doméstico.

Sin duda, Cuarón corrió un riesgo, parado en la cúspide de una exitosa carrera que lo ha coronado como uno de los mejores realizadores a nivel mundial ¿Cree usted que no la pensó para echar mano de todos los elementos anteriores y aventarse a, ahora sí, a un vacío donde la única ley que rige es la de gravedad?

En lo personal, entiendo Roma como un lenguaje casi de muralista, donde una línea de tiempo corre a la par que su observador acompaña su narrativa. Sin grandes héroes y acontecimientos, el mural de una vida doméstica. Su creación fue minuciosa, detallada, descriptiva, y simbólica. Muralismo cinematográfico para una vida casi en la invisibilidad. Y digo casi, hoy, que Roma la ha hecho visible.

¿Quién es Alfonso Cuarón?

Alfonso Cuarón nació en la Ciudad de México, el 28 de noviembre del 61. Como la película lo describe, creció en el seno de una familia clase “media-alta” de la Colonia Roma, una de las más bellas zonas habitacionales de los 60. Se formó como cinematógrafo en el CUEC (el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM) de donde se dice, abandonó sus estudios por incompatibilidad con la corriente de pensamiento del profesorado. Ahí conoció al director Carlos Marcovich y al cinefotógrafo Emmanuel El Chivo Lubezki, y a la madre de su hijo Jonás Cuarón.

Filmó en México su opera prima Sólo con tu pareja, la cual le abrió posibilidades de acercamiento a las productoras de Hollywood. Su primer gran éxito se lo debe a La Princesita (A Little Princess, USA, 1995) basada en la novela homónima de Frances Hodgson Burnett y la cual ganó el premio de Los Angeles Film Critics Association Awards y estuvo nominada a los Premios Oscar en 1996.

De ahí en adelante su carrera como director es claramente visible: Great Expectations, 1998; Y tu mamá también, 2001; Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, 2004; Children of Men, 2006; Gravity, 2013; esta última, como sabemos, lo coronó como el mejor director, en la ceremonia de los Oscar Awards de 2014. Actualmente con Roma, ganó los Golden Globes a Mejor película en habla extranjera (Best Motion Picture in a foreign language), y Mejor Director (Best director- Motion Picture). Los Golden Globe Awards son los galardones concedidos por los miembros de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA; por sus siglas en inglés), y se consideran como un termómetro de hacia dónde se inclinará el jurado de los Oscar Awards.

La Roma de Cuarón

Aburrirse de ver Roma, abandonarla porque “la primer media hora no sucede nada”, detestar a Yalitza Aparicio como personaje central, e incluso, recomendar verla sin haberla visto antes, creyendo que Roma trata sobre la capital italiana, en primera estancia no tiene nada de malo. Así es el arte. Fincamos por hecho que La Gioconda o Mona Lisa, de Da Vinci es la obra cumbre de la pintura universal en el hecho de su costo, fama, o capacidad de ser referida, sin embargo, a mucha gente no puede gustarle y pensar de ella como una imagen sobrevalorada y muy aburrida.

Roma, cuenta una historia donde la invisibilidad que da la servidumbre humana a las personas se quebranta a través del amor. Basada en hecho biográficos, Cuarón, director, fotógrafo y guionista, hace una suerte de Batallas en el Desierto (José Emilio Pacheco, 1981; Ed. Era) de inicios de los 70 (Las Batallas en el Desierto también ocurre en la Roma), en la que, como un mural, detalla la atmósfera histórica de un México desbordado y convulso; tan dramático como banal. Contrastante, como un blanco y negro que no brinda posibilidades tonales entre sus opuestos. Se ríe o se llora, se ama o se odia, se vive o se muere.

Cuarón no es el primero en hacer una visión de esta realidad. En el documental Muchachas (México, 2015), la realizadora mexicana Juliana Fanjul (UK, 1981) aborda la peculiar relación de las empleadas del hogar, las comúnmente llamadas “muchachas”, con sus patronas en el seno de familias acomodadas en la Ciudad de México. Bajo un visión personal e inspirada en la servidumbre del hogar en donde ella creció.

Se requieren sin duda, hacerse de recursos para disfrutarla y distinguir su profundidad, la tridimensionalidad de su contenido, como la de un mural que se mueve. Su línea discursiva, nos invita también a preguntarnos ¿Es esto lo que somos los mexicanos? Y afirmar: “lo somos”. Dejemos de ver ese lado invisible y dejemos de negar que la población indígena de México es además de la más densa y significativa, también la más marginada y victimizada del estatus quo mexicano.

No, no está mal que Roma no le guste, siempre y cuando sea después de darse la oportunidad de verla, y si es usted mexicano. Puede no ser el tipo de historias que le entretiene, pero preocúpese, de verdad, si le es indiferente, y si es incapaz de verse reflejado en el gran mosaico de la multiculturalidad del México en el que le tocó nace