El respeto por nuestra historia y lo que fuimos

Por: Adriana Vargas Flores

Hay un dicho que afirma que todo tiempo pasado fue mejor. Lo escuchamos cuando alguien se refiere, por ejemplo, a las corrientes musicales o a los hábitos familiares. Cuando había más tiempo para la familia o cuando los mensajes escritos y las llamadas telefónicas importaban más que el WhatsApp.

Hace algunos meses que empecé a colaborar para el Archivo Municipal de Torreón, la institución encargada de resguardar la memoria histórica de nuestra ciudad. Un recinto que por sí mismo alberga historia, pues es una casa de 1923 que perteneció a don Isauro Martínez. Los documentos que ahí se encuentran, datan de finales del siglo XIX hasta nuestros días.

Gracias a mi trabajo en el Archivo, me he dado cuenta cómo reaccionan las personas cuando se rememora el pasado. La nostalgia que la gente expresa al ver las fotografías de las calles emblemáticas de nuestra ciudad en los años 30´s o 40´s, como la Calzada Colón la Avenida Morelos.

Y qué decir de las fotos y postales de edificios antiguos, algunos desaparecidos y otros actualmente en ruinas, otros que sí persisten pero con cambios casi totales en su estructura por el paso a la modernidad.

En sus primeras décadas, cuando Torreón empezó a urbanizarse, con sus calles pavimentadas y nomenclatura, llegó a parecer una ciudad de estilo colonial con su arquitectura neoclásica. La gente, sobre todos los visitantes, se expresaban muy bien de una urbe con hoteles con excelentes servicios y donde se llegaron a hospedar presidentes y los más importantes personajes de la vida nacional. Hablo por ejemplo del Hotel Salvador, que yace deshabitado y totalmente descuidado en el centro histórico.

Torreón tenía en aquellos años un prestigio como ciudad, pues la llegada del ferrocarril y la bonanza del algodón le permitieron crecer en pocos años. En 1913, después de Orizaba, Veracruz; Torreón era la segunda ciudad, no capital, más poblada de México.

Es natural entonces que los laguneros se expresen con tanta nostalgia por el pasado, porque existían edificios públicos como teatros, hoteles y hospitales de una arquitectura valiosa para la época, sobre todo construida en ladrillo y con la influencia neoclásica y porfirista. Y porque casi nada de eso aun persiste.

Tenemos que reconocer que sí ha habido esfuerzos por rescatar algunos inmuebles, como los singulares recintos culturales que son el Teatro Nazas y el Museo Arocena, que reciben mensualmente a miles de personas. La reciente noticia del rescate de la Casa Mudéjar también ha sido bien recibida; pero no es suficiente.

Los torreonenses muestran admiración y respeto por nuestra historia, pero es necesario que esta nostalgia pase por la verdadera voluntad de gobierno e iniciativa privada, para recuperar al menos una parte de algunos edificios históricos.