-
Entradas recientes
Comentarios recientes
Archivos
- agosto 2023
- julio 2023
- junio 2023
- mayo 2023
- abril 2023
- marzo 2023
- febrero 2023
- enero 2023
- diciembre 2022
- noviembre 2022
- octubre 2022
- septiembre 2022
- agosto 2022
- julio 2022
- junio 2022
- mayo 2022
- abril 2022
- febrero 2022
- enero 2022
- diciembre 2021
- noviembre 2021
- octubre 2021
- septiembre 2021
- agosto 2021
- julio 2021
- junio 2021
- mayo 2021
- abril 2021
- marzo 2021
- febrero 2021
- enero 2021
- diciembre 2020
- noviembre 2020
- octubre 2020
- septiembre 2020
- agosto 2020
- julio 2020
- junio 2020
- mayo 2020
- abril 2020
- marzo 2020
- febrero 2020
- enero 2020
- diciembre 2019
- noviembre 2019
- octubre 2019
- septiembre 2019
- agosto 2019
- julio 2019
- junio 2019
- mayo 2019
- abril 2019
- marzo 2019
- febrero 2019
- enero 2019
- diciembre 2018
- noviembre 2018
- octubre 2018
- septiembre 2018
- agosto 2018
- julio 2018
- junio 2018
- mayo 2018
- abril 2018
- marzo 2018
- febrero 2018
Categorías
Meta
Encuentro reflexivo
In Crescendo
MARIA CALLAS, EL REGRESO DE LA DIVINA A MÉXICO
Por: Prometeo Murillo
Una ópera comienza mucho antes que el telón se levante, y termina mucho después de bajarse; Empieza en mi imaginación y se convierte en mi vida, y se mantiene parte de ella, mucho después de volver a casa.
Maria Callas
De Italia, con amor
El 23 de mayo de 1950, en el histórico Palacio de Bellas Artes, la soprano Maria Callas hizo su debut en México ante el exigente público de los martes que en ese año habituaban la catedral de la cultura. Con apenas 26 años, la cantante grecoamericana se presentaba luego de sus tempranos éxitos en Italia, pero sin mayor expectativa que la de una joven promesa del bel canto.
Los diarios de la época recuerdan aquella como una noche forzada, en que La Callas se sintió comprometida a dar más de lo que guion de la noche dictaba, incomodando incluso al tenor acompañante y trasgrediendo la férrea educación que recibió en Europa; pero rescatando la ovación de un público tan expectante como atento y pagando así, una deuda tácita de la que casi no se habla: la profunda admiración que sentía por la cantante mexicana Ángela Peralta, el ruiseñor mexicano; y la música romántica del bolero latino, con la que seguro Callas había crecido en los barrios de inmigrantes de Nueva York.
Callas cargaba además con el compromiso de los indiscutibles aciertos que el empresario mexicano Carlos Díaz du-Pond ofrecía en el Palacio, y se atrevió a seguir el consejo de alguien, ejecutando una poderosa y sostenida nota alta al final del segundo acto de Aida, haciendo explotar de júbilo al público, quien de inmediato se entregó a ella.
Este triunfo le dio para dos temporadas más, en 1951 y en el 52, donde ejecutó el ahora célebre “agudo de México” (Un mi bemol en Norma). Después de eso, en el Palacio de Mármol jamás volvió a escucharse la voz de Callas, pues ahí comenzó, según lo afirman los expertos, la meteórica carrera de la que más tarde se conocería como la voz más prominente de la ópera del siglo XX.
La del 50 fue la década de Callas; en ella gozó de la mentoría del director Tullio Serafin, y del pleno apoyo de su primer esposo, Giovanni B. Meneghini; quien apostó todo por la carrera de Callas; También en esa década se gestaron sus triunfos en La Scala de Milán y La Fenice de Venecia; se dio su famosa rivalidad con la soprano Renata Tibaldi; su increíble transformación física, en la que bajó más de 40 kilos; las giras mundiales y temporadas en el Met Opera House, de NY y en el Coven Garden, de Londres; fue portada de todas las revistas y considerada un ícono de la moda. Y al final de los 50, conoció al que sería el amor de su vida y la causa de su declive: el magnate griego Aristóteles Onassis.
El regreso de La Divina
Callas fue un fenómeno artístico. Un suceso tan extraordinario como fugaz. Una voz cuya coloratura y registro alcanzó para considerarla una soprano sfogato -que es algo así como una todoterreno vocal-. Sus dotes como cantante eran magníficas, y como actriz dramática y dominio escénico también. Políglota impecable y sobresaliente pianista. Capaz de transformar un público en su contra en una ovación de varios minutos, y a quien le llegó el momento en que solo se presentaba ante las más altas élites mundiales.
Era incosteable que volviera a México, solo regresó en el 74 para pasar una temporada vacacional en Acapulco y reponerse de la ruptura amorosa con Onassis. No cantó. Callas murió en París, en 1977, a la edad de 53, dejando tras de sí una increíble cantidad de biógrafos, oficiales y no. Decenas de versiones de libros, audiolibros, documentales, y películas que hablan de su voz, de su vida, de sus relaciones, de su influencia en el arte, la música, la moda, y un largo etcétera. Callas es un fenómeno de fanatismo y culto que podría equiparse a Elvis Presley o a los Beatles.
En 2018, la poderosa nostalgia que sentimos por La Divina nos hace testigos de un hecho propio de este imperecedero siglo XXI: el regreso de Maria Callas a México, a través del proyecto Callas in Concert, the hologram tour, un producto de Base Hologram Entertainment (BHE), empresa con 35 años de experiencia en el ramo del espectáculo y con sede en Los Angeles, y que hará posible su virtual presencia en Coahuila en el marco del Festival Internacional de la Artes de Coahuila, Julio Torri 2018, contando con la participación de la Orquesta Filarmónica del Desierto.
El holograma que recrea a La Callas es una experiencia musical y visual que BHE solo había producido con In Dreams, Roy Orbison the hologram tour. La fecha sin duda agotará entradas no solo en Saltillo, sino en las otras tres sedes mexicanas que recibirán el holograma, permitiendo una experiencia que sin duda apertura una nueva manera de concebir las artes escénicas a nivel mundial.
No sé usted, pero ya quiero ver volver a Luciano Pavarotti
Prometeo Murillo
@prometeomurillo
Prometeo Murillo