In Crescendo

Por: Prometeo Murillo

¡COÑO, JIMMY!: LA MÚSICA AL RESCATE EN EL TESTIMONIO DE JAMES RHODES

And I can feel one of my turns is coming on. I feel… cold, as a razor blade; tight, as a tourniquet; dry, as a funeral drum.
One of My Turns, Pink Floyd

Con un aire de despiste total, de esos de quien no sabe nada, James Rhodes entró en el escenario del Teatro Fernando Soler de Saltillo, saludando de manera infantil y contagiando en automático su simpatía. Portaba unos jeans, tenis y una camisa en la que se leía la leyenda “Coño, Micky”, haciendo clara alusión a la exitosa serie de Netflix sobre el cantante pop y el abusador de su padre.

Sobre el escenario ya lo esperan, en una magnífica ambientación escenográfica, sus interlocutores. Se trata del periodista cultural Nicolás Alvarado (La Dichosa Palabra, Primero Noticias); lo acompaña el Mtro. Eliezer Jauregui, coordinador de Difusión Cultural de la UA de C y músico de carrera, a su lado, la traductora simultánea, la Mtra. Lucy Udave. En el escenario yacía también, esperándolo, el formidable piano negro de gran concierto Steinway & Sons que reside en el Soler.

Un hombre en oración

James Rhodes es un pianista concertista de origen inglés, destacado más por su carácter interpretativo que por algunas virtudes formales al piano que más bien lo alejan, considerablemente, de los circuitos sinfónicos. James es más bien un solitario del piano. Un recitalista puro, con sonido íntimo, que sentado al piano parece un hombre en oración.

¿Pero qué hace James Rhodes en Saltillo? Sencillo, está acá por invitación de la Feria internacional del libro de Coahuila 2018, para presentar su obra literaria que, desde 2014, parece ocupar toda la agenda de Rhodes debido al inusitado éxito con que fue acogido por la crítica literaria a nivel mundial.

Instrumental. A memoir of madness, medication and music (UK, 2014), es el libro que vino a poner una vez más sobre la mesa del debate las ácidas consecuencias del maltrato y abuso infantil, narradas de primera mano por el autor, quien cuenta a través de su libro (y de su conferencia, al menos, porque yo no he leído el libro), cómo fue sistemáticamente abusado por un coach de colegio, a largo de un periodo de cinco años.

El libro ha sido la base sobre las que Rhodes ha emprendido, desde antes de su publicación, una llamativa pelea por su derecho a contar su pasado y con ello, contribuir a poner una mayor atención, colectiva y responsable, sobre este y otros sensibles temas como el suicido, la medicación, el uso de las drogas, los padecimientos mentales y la internación psiquiátrica, el divorcio, la censura, y un largo etcétera que, como versaría Pink Floyd, suenan duro y seco, como tambor fúnebre.

¿Músicos que escriben o escritores que tocan?

Kurt Cobain decía “Todos los escritores que conozco preferirían ser músicos”, y con eso quizá se refería a que la música puede ser un mejor instrumento de expresión que las palabras. Evidentemente para James Rhodes no fue así. La experiencia literaria fue para el pianista una importante beta de expresión, que a la fecha ha arrojado tres títulos: Instrumental: Memorias de Música, Medicina y Locura (Canongate Books, 2014); Toca el piano: interpreta a Bach en seis semanas (Blackie Books, 2016), Fugas, o la ansiedad de sentirse vivo (Blackie Books, 2017).
Pero es Instrumental -un libro crudo, sin menor consideraciones para con el lector que el fino humor negro de Rhodes- el que aún lo pone en los escenarios más diversos del mundo. Rhodes acude a donde pueda presentar este poderoso testimonio del cómo la música rescata aun de las condiciones más impredecibles y afirma:
“La música ha empapado nuestras vidas y ha influido en ellas tanto como la naturaleza, la literatura, el arte, el deporte, la religión, la filosofía y la Televisión. Es la gran unificadora. La droga preferida de los adolescentes de todo el mundo. Brinda consuelo, sabiduría, esperanza y calidez; lleva haciéndolo miles de años… es medicina para el alma. La música es la respuesta a aquello que no la tiene”.
El libro, que responde a una experiencia personal completa, se hace acompañar de un playlist que el autor recomienda como suerte de soundtrack para acompañar cada capítulo y esto me pareciera un acto de justicia, pues si el libro se llama Instrumental, seguramente es por el acompañamiento que el piano que le hizo por los oscuros caminos de la locura.
Rhodes se para, se sienta, va al piano, regresa, bromea, se pone serio, se pone triste, se pone alegre. Responde con un grito de hola a un niño que lo saluda desde las butacas, hace una encuesta, vuelve a tocar, nos vende libros, nos da un consejo, nos pide otro, toca otra vez ¡Coño, Jimmy!
Firma autógrafos, se toma fotos y sin más se despide. Y retoma su camino, con muchísimo tramo por recorrer aún para llevar su mensaje