Hacer de tripas corazón

Por: Adriana Vargas

Por cuestiones de salud llevo más de dos meses con una dieta sin gluten ni lácteos. Y no es que mi alimentación por mucho tiempo haya sido mala (vivo con un vegetariano), pero había estado dominada por dos elementos que tras varias opiniones médicas, decidí suprimir.
Es increíble darse cuenta la cantidad de personas cuya calidad de vida ha mejorado al eliminar las harinas y los lácteos. Algunos doctores recomiendan seguir esta dieta suprimiendo también todo tipo de azúcares (incluidas algunas frutas) además de consumir la menor cantidad de grasa. Todo esto ocasiona daños en el intestino, a veces irreversibles, estos elementos son los culpables de muchos síndromes de colon irritable, por lo tanto, de formar personas estresadas, preocupadas, con un sistema nervioso debilitado…
El reto parecía sencillo pero no lo es: cuando no eres una persona muy carnívora se te acaban las opciones, entonces vas a los anaqueles de carísimos alimentos orgánicos de los súper mercados, para buscar sustitutos: pan y avena sin gluten, leche de almendras y de arroz.
En México somos privilegiados. Si no fuera por el maíz las personas celíacas (totalmente intolerantes al gluten) ¿en serio qué comerían? las tortillas, las tostadas, los totopos, el aguacate, frijoles, papas con un poco de pico de gallo, de verdad, son un paraíso cuando lo tienes a la mano. En serio no imagino cómo le hacen para llevar esta dieta las personas que viven al otro lado del mundo, en una Italia llena de deliciosas pastas y pizzas, en una España de baguettes con jamón ibérico o en una Francia con exquisitos postres de mantequilla… ¡Híjole no!. Qué suplicio.
Pero aun así, con nuestro atesorado maíz, las opciones para vivir sin gluten ni lácteos se terminan. El aguacate es carísimo y no siempre está en buenas condiciones, los sándwiches, que eran una salida rápida en el break de la oficina quedan eliminados. Es increíble, pero no en todos lados te venden una tortilla de maíz con un alimento sano. Siempre estará la opción del mollete y las gorditas de harina.
En fin, que en todo este tiempo, he aprendido que a nuestro estómago hay que darle una mayor importancia en el resto de nuestras vidas. Lo que comemos influye en todo: en la energía, en el estado de ánimo, en el placer. Soy una persona muy emocional, por eso he vivido con problemas intestinales gran parte del tiempo, ahora intento cambiar mi estilo de vida a los 40 años, con horarios y cargas laborales, con poco tiempo para cocinar.
Hace varios días que resuena en mi mente la frase “hacer de tripas corazón”, que significar “apechugar”; ni modo, pasar un rato amargo con tan de salir victorioso de una situación incómoda. Esto es, lo que con mucha frecuencia, le hacemos a nuestro estómago: lo apretamos, lo llevamos al límite, le damos lo que sea con tal de que nos deje trabajar. Y no, las consecuencias de esto a la larga son graves. Tratemos con cariño al que se ha denominado el segundo cerebro: nuestro intestino.

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