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TODO JUICIO COMIENZA CON UN PENSAMIENTO
Por: Ale Aguilar
Estos días he estado reflexiva respecto a “Juzgar a los demás”. Hemos aprendido a hacer toda clase de juicios, calificamos y descalificamos situaciones y personas, opinamos si algo o alguien está bien o mal en términos de nuestras creencias y valores. Juzgamos desde nuestra ventana.
Según el diccionario de la Real Academia Española, entre otras acepciones, juicio es un estado de sana razón, cordura o sensatez. Pero al emitirlo debemos tomar en cuenta que siempre lo hacemos desde nuestro contexto. Si nosotros acostumbramos realizar una práctica de una forma específica, entonce tal vez valoremos otras formas como “equivocadas” o “inapropiadas”, pues son contrarias a lo que nosotros hacemos o pensamos. Y entonces nos sentimos con todo el derecho de descalificar al otro.
No es que esté mal, tampoco que sea lo correcto. Lo que hoy reflexiono es qué nos deja el estar “etiquetando al otro” sin conocer su historia completa. Si lo que decimos y hacemos respecto a los demás nos permite vivir en paz entonces no habrá nada qué modificar. Pero si lo que pensamos y sentimos nos quita paz, nos molesta, enoja, trae a nuestra vida ideas de miedo y dolor, entonces te invito a tratar de vaciar tu mente, pues sólo así es como vivimos el amor.
La libertad comienza ahí, en nuestra mente. Mientras afuera puede haber todo el ruido, nosotros podemos tener paz si desde adentro la buscamos y la vivimos. Todos los juicios empiezan con historias que nuestra mente quiere contarnos. Una idea, luego una historia, y luego tal vez drama, desconsuelo, separación.
¿Y entonces cómo hacerle para dejar de emitir juicios que me quitan la paz? Entrenando a nuestra mente, re-aprendiendo. Así como hemos aprendido a hacerle caso a las ideas que se convierten historias, así también podemos dejar de hacerles caso… Viene una idea y “nos pausamos”, no le sacamos plática. La hacemos a un lado. “Esa no es mi historia”, “no entiendo”, “no sé nada”, “prefiero amar”, “¿cómo puedo ponerle amor a esta situación?”. Y es que porqué nosotros tendríamos qué decir qué está bien y qué está mal. Si el otro vive para su trabajo, si su relación es de algún tipo, si sólo le da valor a un objeto material, si prefiere encerrarse y no salir con amigos, si por el contrario prefiere estar de fiesta siempre, si ríe, si llora, si platica mucho, si es callado… todo siempre resonará con nuestra historia. Lo que me molesta del otro me toca mí, lo que amo del otro me toca a mí.
TODO LO DE AFUERA, ME GUSTE O ME MOLESTE, ES PORQUÉ RESUENA EN MÍ. Algo me cuenta de mí, si no pasaría inadvertido.
No es necesario dejar de juzgar, sólo es recomendable hacerlo para vivir más libre, para tener paz.
Todo juicio comienza con una historia en mi cabeza.