VÍNCULO MATERNO

Por: Lic. Gabriela Aguilar

Durante el primer año de vida del niño, la figura materna es quien le provee de la estructura interna y cuidados necesarios más fundamentales para su supervivencia. Más allá del cuidado físico, se establece un vínculo emocional que resulta fundamental para la creación de su propia identidad, misma que va evolucionando desde lo corporal hasta lo cognitivo y emocional. En este tiempo, la figura materna es fundamental para el desarrollo del niño, ya que, como lo menciona Margaret Mahler en su teoría de la separación individuación, atraviesa por una fase de simbiosis necesaria con la madre para luego, alrededor de los 2 años, culminar un proceso de separación física de ella, que coincide generalmente con la consolidación de la locomoción.

“La falta de sostén físico y emocional, de contención, ataca su frágil estado de integración, de unificación, provocando sensaciones caóticas de desborde y de disgregación de sí con una activación excesiva de las ansiedades primitivas que han sido descritas, entre otros, por D.W. Winnicott (1958). Toda experiencia vivida como invasora, nociva, desagradable, el hambre intensa, por ejemplo- o toda vivencia inesperada, dolorosa o brusca, como la hiperestimulación sensorial y/o laberíntica de los giros, los desequilibrios, las sacudidas, la inestabilidad de apoyos suficientes, los cambios rápidos de posición, en los que pierde los referentes espaciales, propioceptivos y visuales, sin alcanzar a prepararse para su secuencia ni pudiendo captar su sentido, puede angustiar y desorganizar al bebé, dejando huellas de sufrimiento en el cuerpo, sin imágenes ni representaciones todavía por la precariedad del sistema nervioso y del psiquismo. Este sufrimiento que provoca una desestabilización neuropsicológica del sistema general de adaptación y que puede actualizarse más adelante en trastornos del sueño, de la alimentación, de la conexión con el ambiente y/o en somatizaciones va consolidando una estructura a veces extremadamente vulnerable que pone en riesgo el desarrollo del niño.” 1

El riesgo de separar a un infante de su madre radica en el hecho mismo de la separación, para lograr su identidad corporal y emocional propia. El primer año de vida, sobretodo, es crucial en el desarrollo de la salud emocional y mental del niño.
El rol del padre, durante los primeros tres años de vida es, sin duda, complementario al de la madre y fundamental al llegar los tres años, logrando una triangulación que favorece la relación del niño con el mundo externo y la separación emocional de la madre para lograr el inicio de una consolidación de su identidad.
Es, definitivamente peligroso y delicado separar a un niño de su madre en este período tan sensible y particularmente necesario y significativo evolutivamente hablando. En todo caso, el padre podría establecer un vínculo cercano siempre y cuando el bebé permanezca en un ambiente conocido y acompañado de su madre. No existe razón de separación madre-hijo mientras no se compruebe que la madre no es capaz de maternar a su hijo adecuadamente.
Gabriela Aguilar es Psicoterapeuta Gestalt Infantil