NO SOY LA MISMA

Por: Ale Aguilar

Definitivo. Uno, después de la muerte de un ser querido, no vuelve a ser la misma persona. Hoy te comparto mi experiencia al atravesar un duelo acompañada en un proceso terapéutico. Aunque escribir en pocas líneas meses de acompañamiento no me es fácil.
Aquel día en que el psicoterapeuta me dijo literal: “ya no vas a volver a ser la misma”, me asusté: ¿Cómo, cómo? ¿Cómo que no volveré a ser la misma persona? Y pues no.

Así como el símbolo del duelo suele ser una mariposa, así es el proceso en verdad. Aunque hay quienes deciden quedarse en oruga o capullo, habemos quienes decidimos atravesar, llorar y vivir el duelo, para encontrarnos con unas nuevas alas a la vuelta de un tiempo (cada quien su momento perfecto).

¿Cómo explicarlo mejor? Bueno, no sé si mejor, pero te cuento cómo lo he vivido yo.
Imaginemos en mi pecho un rompecabezas. Las piezas son todas elementos de mi vida. Así iba por el mundo con este rompecabezas precisa y bellamente armado. Todo en perfecto orden. (He ahí la trampa, pues aunque creemos tener el control, no lo tenemos).
Un día, cuando una persona tan importante como lo es un padre (supongo que cualquier familiar con quien se tenía un vínculo) deja su cuerpo, se va, muere, se siente como si estuviera sin gravedad. Todas las piezas flotan, la mayoría en su propio espacio, pero hay algunas que se elevan y que cuando deseas ponerlas otra vez en su sitio, ¡ya no entran! Incluso deseas limar y tallar para que encajen. En algún momento del proceso el terapeuta dice: “tu mente cree que las piezas se acomodarán igual, pero no, harás otra imagen.” Momento de cara de sorpresa, corazón latiendo y mente tratando de comprender (tic tac tic tac) “¿cómo, ya no va a ser el mismo rompecabezas?” y él contesta: “no, será otro, uno mucho mejor”. En ese momento no imaginas cómo puede ser otro y además mejor, sin embargo es lo esperado, que al paso de vivir un duelo, la imagen del rompecabezas sea mucho más grande y mucho más bonita, porque sumas, porque evolucionas.

Luego, sí así lo decides, pintas esa nueva imagen de colores mas vivos y hermosos recuerdos. Aunque he de mencionar que para tenerlo completo uno necesita voltear a ver piezas oscuras, (que incluso ni sabías que existían) y ponerles LUZ. Hay otras piezas que por el vínculo con el otro creemos son nuestras y que tras su muerte se pierden, pero no se van; Todas las vivencias y las etiquetas, las que nos sirvan las rescataremos, las que no, será trabajo nuestro tomarlas con delicadeza y amor y entregarlas. Es momento de elegir cuáles se quedan y cuáles se van.

Esta transformación requiere que atravesemos un camino que no es que sea difícil pero sí dolerá. Habrá lágrimas, pero sobre todo mucho amor a nosotros mismos, para que al cabo del tiempo, aún y que el recuerdo y la nostalgia perduren, podamos ver esa hermosas alas que nos estaban esperando.