RENOVARSE O MORIR

Por: Ale Aguilar

Nada más entra la primavera y me da por hacer limpieza general en casa ( tradición de cada fin-inicio de temporada) y ¡vaya que salen cosas! Muchas de las cuáles ya no volveremos a usar y como les digo a mis hijas “para que entre lo nuevo, hay que sacar lo que ya no sirve”.
Y hasta en la naturaleza se nos muestra esta renovación. Ve hacia afuera y observa: los árboles tienen hojas nuevas y en las plantas hay flores de todos tamaños, formas y colores en abundancia. Pero para que esto sucediera, fue necesario deshacerse de follajes y algunos animales, hasta de su piel; de no haber sucedido así, no habría habido posibilidad alguna de que las nuevas hojas nacieran o una piel nueva se formara.

Justo hace poco leía sobre las águilas, que a sus 40 años aproximadamente se arrancan plumas y garras y estrellan su pico para renovarse, pues de no hacerlo, su destino será morir; luego lo traslado a las orugas, que después serán crisálidas hasta convertirse en mariposas. ¿Será doloroso? ¿Sentirán miedo?. Tal vez esos conceptos sólo los concebimos nosotros, los seres “pensantes”, pues afuera la naturaleza fluye. La verdad no me imagino a una oruga tratando de decidir si será bueno tener alas porque nunca las usado, o al águila con el dilema de si esa renovación tiene cabida, pues de eso depende seguir viviendo.

Ahora ve hacia adentro y observa: cada estación del año nos trae una invitación y un aprendizaje. Así, para que lleguen cosas nuevas a nuestra vida, es necesario cerrar ciclos. Y sabes, la renovación no solo se da afuera, la renovación verdadera se da en el interior. En el otoño comenzamos a desapegarnos, para que durante el invierno (en su fria quietud), pudiéramos guardar reservas y ya entrada la primavera estar listos para un DESPERTAR, no solo de pensamiento, sino convertirlo en acciones que nos lleven a RENOVARNOS, antes de MORIR, en vida.