HAGAMOS LAS COSAS CON AMOR

Hacemos las cosas mal, simplemente porque no nos gusta hacerlas. ¿Has estado en una tienda donde parece que te estuvieran haciendo el favor de atenderte? Vas al salón de belleza y no te está gustando lo que está haciendo la empleada, pero te da miedo interrumpirla porque su cara enojada no da oportunidad de opinar en ningún momento. Las personas que no hacen bien su trabajo te hacen sentir incómoda, a nadie le gusta ver caras largas y mucho menos ir a gastar tu dinero en tiendas donde te atienden mal.

En un restaurante el mesero se equivoca mil veces, cuando compras comida para llevar, llegando a tu casa te das cuenta de que la orden está incompleta; preguntas por una talla de alguna prenda en una tienda de ropa y con la mano en la cintura, sin buscar te dicen “no hay”, caminas unos pasos y te encuentras mil tallas de las que tu estabas buscando.

El que barre, barre mal, el que limpia, limpia mal; el que atiende las quejas, las atiende mal.

¿Y nosotras?

Tal vez no nos damos cuenta, pero hacemos también cosas mal. En nuestra casa o en el trabajo, basta con vernos a nosotras mismas en un espejo la cara que tenemos al realizar alguna actividad, para saber si lo estamos haciendo con gusto o no.

La mayoría tenemos que hacer trabajos que no nos gustan, sin embargo, hay que hacerlos; ahí es cuando se te empiezan a caer las cosas, chocas con los muebles, se te inunda el baño, se te sale el perro, te pegas, te cortas, te tropiezas en la oficina, se te borran los archivos, bloqueas hasta tu computadora por escribir tan golpeado sobre el teclado, y a las que no les gusta cocinar se les queman hasta los trapos de la cocina.

Desde cosas simples como tender una cama, hasta algo tan importante como es cuidar y educar a nuestros hijos, debemos hacerlo con calidad. Vivimos en el mundo del “ahí se va”, ya lo que queremos es terminar lo que estamos haciendo y pasar a lo que sigue.

Estoy segura que la mayoría de las personas que hacen lo que les gusta son más exitosas que las que odian su trabajo, aunque al principio el salario o el pago sea mejor. A la larga odiar lo que haces no te hará ser competitivo ni mucho menos crecer en una empresa o en tu propio negocio.

Las personas que están a tu alrededor, ya sean tus hijos, tu esposo, tus empleados o tus clientes, no tienen la culpa de que no te guste lo que haces. En pocas palabras ¡No es su problema!

A veces la vida no es como nos la imaginábamos y no nos sentimos bien, sin embargo, sí te haces la vida más fácil al rendirte a lo que te toca hacer. Cuidar a tus hijos, educarlos y estar con ellos no es opcional, por el contrario un trabajo si lo es. Puedes cambiarte y buscar hacer algo que te guste más y que disfrutes.

Nos han enseñado que hay que trabajar y ganarte las cosas con el sudor de la frente si no, no ganarás mucho… No es así. Hay muchas personas que no sudan, que no les cuesta hacer su trabajo, que lo disfrutan y que además les alcanza y les sobra para vivir como ellos quieren.

Lo que sea que hagas hazlo con gusto y con amor, verás que rendirá más frutos y te sentirás mejor. Disfrutar lo que hacemos nos lleva a la paz diaria, a sentirnos bien y a hacer sentir bien a los que están a nuestro alrededor. La gente frustrada solo emana eso, frustración, enojo, coraje, y ganas de no volverla a ver, por cierto.

 

Buscar la felicidad no es cosa de suerte, no es magia… en tus manos está encontrarla…

 

Sinceramente

Mariana Oropeza